¿Quién mató a Kennedy?

Tras la salida a la luz de 2.800 informes, archivos y documentos hasta ahora secretos (aún quedan 200 en la sombra) y el testimonio de personas que habían permanecido silenciadas, cobra cada día evidencia más incontestable de que el asesinato del presidente John F. Kennedy no fue obra de una sola persona. Treinta años después del primer abordaje cinematográfico del magnicidio, el realizador Oliver Stone vuelve a acercarse a los dramáticos hechos para firmar JFK: Caso revisado, un sólido, vibrante documental que desmenuza el cómo, quién y por qué de lo sucedido.

En el intento de desvelar el fin del cuarto presidente de Estados Unidos asesinado (tras Abraham Lincoln, James Garfield y William McKinley), a las 12:30 h del viernes 22 de noviembre de 1963, Stone se ha servido de un ingente volumen de material que incluye nuevos archivos desclasificados para profundizar en la teoría, “cada vez menos teoría y más incontestable realidad”, según sus propias palabras, que refuerza que una conspiración muy bien orquestada movió todos sus hilos para segar la vida de uno de los políticos más influyentes que Estados Unidos haya conocido.

Cómo se recordará, en diciembre de 1991 se estrenó JFK, el largometraje de Stone sobre el asesinato que en buena parte moldeó la situación política del planeta. A través de los ojos del fiscal Jim Garrison, interpretado por Kevin Costner, aquel largometraje exploró las innumerables controversias y encubrimientos que rodearon el atentado de Dallas. 

Tras consumarse la tragedia, la Comisión Warren, creada para investigar los hechos, concluyó que el asesinato fue obra del tirador solitario Lee Harvey Oswald. Pero cuando Oswald, estando bajo custodia policial, fue abatido a tiros solo dos días después por Jack Ruby, dueño de un club nocturno del que hoy se sabe que era un gánster con continuadas relaciones con la CIA, crecieron exponencialmente las voces que sostenían que detrás del asesinato había mucho más que la mano de un solo hombre.  

Usando nuevo metraje desclasificado y reexaminado, Oliver Stone pone sobre la mesa el hecho de que las teorías de la conspiración sobre la muerte del presidente fueron, en realidad, “cuestiones orquestadas por los propios conspiradores”.

Los hechos

Tras pronunciar en la mañana del 22 de noviembre de 1993 el que sería su último discurso, Kennedy se dirigió a la Base Aérea de Carswell desde donde se dirigió al aeropuerto de Dallas. Tras un corto vuelo de apenas quince minutos en el Air Force One presidencial, allí aterrizó a las 11:40 para, acompañado de una numerosa comitiva, dirigirse al centro de la ciudad a bordo de un Lincoln X-100 descapotable.

Además del chófer y un agente de seguridad, viajan en el coche el gobernador de la ciudad y su esposa y, en los asientos traseros, saludando a la gente que llena y lo vitorea desde las aceras, el presidente y su esposa Jacqueline.

A las 12:30 de aquel mediodía, con un retraso de seis minutos sobre el horario previsto, el coche entra en la Plaza Dealey para enfilar la calle Houston y girar 120 grados hacia la calle Elm en donde, a sólo veinte metros de la calzada, se ubica el Almacén de Libros Escolares de Texas. El giro obliga a que la limusina reduzca significativamente la velocidad que hasta entonces circulaba a unos 50 kilómetros por hora. En ese momento se produce el primero de los tres disparos que, supuestamente, realizó desde una de las ventanas del edificio Lee Harvey Oswald.  

Abraham Zapruder, un ciudadano que filmaba el paso de la comitiva presidencial, captó el momento en el que Kennedy fue alcanzado por dos de los tres disparos. El primero erró al impactar en un semáforo, rebotar en el suelo y herir levemente a una persona que presenciaba el desfile. Tres segundos más tarde el segundo disparo alcanza al presidente por su espalda y sale a la altura de su garganta. Las imágenes muestran como tras la segunda detonación Kennedy aprieta sus manos sobre su cara y su cuello. El gobernador Connally también resultó herido por aquel proyectil.

El tercer y determinante disparo se produce 4,8 segundos después del primero e impacta de lleno en el parietal derecho de la cabeza del presidente. Tras esta detonación, Jacqueline se incorpora y trata de recoger algo en la parte trasera del vehículo. Ese “algo” no era otra cosa que parte de la masa encefálica del abatido.

Tras el tiroteo, el Lincoln se dirigió a toda velocidad hacia el Hospital Parkland. “El resto del camino fui abrazada a John, sujetándole la cabeza para impedir que se le saliera completamente el cerebro”, comentaría posteriormente la esposa del presidente.

Aunque no había ninguna esperanza, los doctores James Carrico y Malcom Perry, los primeros en atenderle, decidieron practicarle una traqueotomía aprovechando la herida de la bala en la garganta. Fue inútil, porque aunque le hubieran devuelto las constantes tenía medio cerebro fuera del cráneo y ya no existía actividad neuronal, como confirmaría el neurocirujano Kemper Clark. Alrededor de cuarenta  minutos después se abandonó todo intento de reanimación y a las 13.00 horas de Dallas se hizo  oficial la defunción.  

Autopsia y funeral

Trasladado en el avión presidencial a la Base Aérea de Andrews, en las afueras de Washington DC, el cuerpo de Kennedy fue conducido al Hospital Naval de Bethesda, en donde tres médicos de la Armada, con treinta oficiales como testigos, le realizaron la autopsia.

El informe final, corroborado por los presentes, concluyó que el herido presentaba una tremenda herida en el lado derecho de la cabeza, otra de aproximadamente catorce centímetros debajo del cuello por encima del lado derecho de la columna, y una tercera herida en la cara anterior de su garganta en el borde inferior de la nuez. El informe del FBI sobre la autopsia fue realizado por los agentes especiales Sibert y O’Neill. Durante la autopsia se realizaron fotos y radiografías, algunas de las que inexplicablemente desparecieron de los informes oficiales.  

Tras la autopsia, el cuerpo fue trasladado a la Casa Blanca y una semana después de la tragedia su féretro expuesto en el Capitolio para una vista pública a la que asistieron cientos de miles de personas. El 25 de noviembre tuvo lugar el funeral, oficiado por el arzobispo de Boston, el cardenal Richard Cushing, amigo personal de Kennedy, que había casado a John y Jacqueline, bautizado a sus dos hijos y oficiado el funeral de su hijo Patrick, fallecido quince semanas antes que su padre.