Ritual después de la playa: por qué es esencial seguir estos cuidados extra tras la exposición solar

Son las 8pm de una tarde cualquiera de agosto y, tras pasar todo el día en la playa, observas con orgullo cómo la ligerísima sombra del biquini de julio ha derivado al fin en un moreno plausible; la efímera prueba de que ya hemos superado el ecuador de la temporada estival. Ahora, el objetivo es mantener ese bronceado el mayor tiempo posible y, sobre todo, aportar a la piel la dosis extra de cuidados que nos demanda tras la continuada exposición solar.

“En esta época debemos incidir más en el uso de fotoprotectores, pero también en cosméticos con antioxidantes como la vitamina C, la vitamina E o la niacinamida. Además, por la noche es recomendable usar algún agente renovador, como los hidroxiácidos o el retinol, que podemos emplear a concentraciones bajas de inicio para adaptarnos”, explica Adrián Alegre, dermatólogo y director de la clínica madrileña AB Derma. Un consejo que el experto acompaña de otra regla de oro: la hidratación. “Entre los errores más frecuentes está pensar que la piel no necesita hidratación desde fuera, sino que se hidrata simplemente con beber agua. La hidratación tópica con productos emolientes –que tienen como función principal mantener el agua en la piel, más que aportársela como tal–, es fundamental”, recuerda.

Primer paso: una ducha

Por su parte, Elena Monje, farmacéutica experta en dermofarmacia, lo corrobora. “Aunque el agua de mar tiene muchas propiedades beneficiosas, su alto contenido en sal tiende a deshidratar la piel. Por ello, el primer paso del ritual posplaya debe ser una ducha de agua dulce que elimine el exceso de sal, arena y protector solar. Deberemos asegurarnos de que el agua no esté demasiado caliente y que la ducha no sea muy prolongada y, justo después, aplicar una loción hidratante en todo el cuerpo. De esta forma aprovecharemos el vapor y la humedad residual para favorecer la absorción de los ingredientes activos”. Ingredientes que podemos separar en dos grupos diferenciados: calmantes y reparadores de la barrera cutánea. Entre los primeros se encuentran viejos amigos verano tras verano, como el aloe vera, la centella asiática, el mentol, la camomila o la caléndula. En el segundo grupo, en cambio, encontramos ceramidas, ácido hialurónico, glicerina, niacinamida o pantenol, entre otros. Si nos hemos excedido y nuestro bronceado tiene consecuencias –aka, quemaduras–, la receta será un mix de ambos.

Mantener el pelo sano

Tampoco podemos olvidarnos del cabello, otro de los grandes perjudicados por el astro rey. Puede que la textura que aporta el agua salada y las babylights sin necesidad de pasar por la peluquería resulten tentadoras, pero eso no significa que no dañen nuestra melena. ¿La solución infalible? Un buen corte llegado septiembre, ya sea por lo sano y más drástico o reducirlo a las puntas. Pero, si somos reticentes al camino rápido, existen muchos otros favores que podemos hacer a nuestro pelo sin necesidad de recurrir a las tijeras.

“El sol oxida las proteínas y la melanina de la fibra capilar, lo que cambia el color –algo que, aunque pueda gustarnos, es señal de daño– y lo vuelve más frágil y quebradizo. También afecta a la piel y la envejece cuando incide en el cuero cabelludo, lo que puede potenciar la caída propia del otoño al dejar el folículo piloso con más radicales libres”, apostilla Claudia Bernárdez, dermatóloga y tricóloga de la Clínica AB Derma. Por consiguiente, utilizar champús suaves y de pH ácido (aplicándolos solo en el cuero cabelludo) y apostar por productos nutritivos de medios a puntas, así como por un cepillo acorde al grosor de nuestro cabello priorizando el cepillado en seco, mitigará notablemente el daño tras la exposición solar. La moraleja es clara: a días de sol, noches de mimos.