Al jefe de campaña de la ‘corcholata’:

Al jefe de campaña de la ‘corcholata’:

Terminará su gobierno: odiando, dividiendo y destrozando, como lo exige su astuta y perversa naturaleza.

Aturdido por su fracaso, recurre a todo tipo de truhanerías para tratar de imponer a su candidata (mentalmente espiritifláutica) con una elección de narcoestado, y perpetuarse usted en el poder desde Macuspana.

Se agotó su cantaleta de acusar al pasado por todos los problemas nacionales, los cuales se han agravado exponencialmente durante su mandato; por eso vomita iniciativas de ley, barbota gracejadas, hace piruetas y se contorsiona tratando de distraer a los opositores y a los votantes. A toda costa trata de evadir el reclamo de quienes le creyeron, dispuestos hoy a restregarle en la cara sus mentiras, peculados y traiciones. Quiere impedir el castigo de los electores por su ineptitud, corrupción y altanería.

Dice haber cumplido 98 de sus 100 compromisos… ¡Ajá! ¡Valiente cínico! A guisa de ejemplos le espeto solo un poco de lo mucho por reclamarle:

Usted prometió: “por el bien de todos, primero los pobres”, y ha llevado a 400 mil mexicanos más a la pobreza extrema.

Usted prometió cumplir y hacer cumplir la Constitución, y la ha pisoteado como la pisoteó Benito Juárez durante sus catorce años aferrado a la Presidencia, quien se pasó la Carta Magna de 1857 por debajo de su austera levita con singular alegría republicana, por cierto, comprando diputados y asesinando opositores.

Usted prometió crear “los mejores servicios de salud del mundo”, y destruyó el Seguro Popular, dilapidó una fortuna en su estúpidamente llamado (y fallido) Instituto de Salud para el Bienestar (si era para salud, ni modo de crearlo para el malestar), ha privado de esos servicios a 30 millones de mexicanos, y los hospitales públicos son hoy horrendas antesalas de funerarias.

Usted prometió esa idiotez llamada “humanismo mexicano”, y ha dado la espalda al dolor de las mujeres, los niños con cáncer, los azotados por el huracán y a todos quienes sufren desolación y violencia.

Usted prometió resolver el caso Ayotzinapa, y se ha dedicado a perseguir a quienes atraparon a los sicarios, a liberar a los asesinos confesos y a burlarse de los deudos, quienes lo acusan hoy de “tramposo y puerco”.

Usted prometió respetar la división de Poderes y las instituciones republicanas, y las ha perseguido con saña de vulgar autócrata.

Usted prometió pacificar al país en los primeros 6 meses, y lo dejará en un interminable baño de sangre, bajo el imperio de las organizaciones criminales más siniestras.

Usted prometió acabar con la corrupción, y es usted quien la encabeza, disponiendo del erario público como si fuera propio y sin rendir cuentas.

Usted prometió no mentir, no robar y no traicionar; y precisamente a eso se ha consagrado.

¡Es increíble hallar en una sola persona tanta miseria moral!