En un evento internacional en París, se discutió el futuro de los corredores bioculturales, mientras en México nacen propuestas innovadoras para integrar la bioculturalidad en las políticas ambientales.
Foto: Arturo García
Recientemente, un evento internacional realizado en París por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales y el Consejo Nacional para la Investigación Social de Francia, analizó el creciente concepto de la bioculturalidad. Este paradigma, que reconoce la interconexión entre la biodiversidad y las culturas locales, ha cobrado fuerza a nivel global, pero también en México, donde diversos corredores bioculturales están tomando forma.
Un ejemplo destacable se presentó cuando el director de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) recibió a representantes del Corredor Biocultural de Guerrero, una alianza de 12 núcleos agrarios de tres culturas indígenas. La propuesta de estos grupos fue clara: modificar la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) para incluir los corredores bioculturales en el artículo 46, un paso aceptado por la Conanp y programado para su implementación en 2025. Este tipo de iniciativas, que tienen como objetivo la conservación de ecosistemas a través de la colaboración intercomunitaria, está ganando terreno en otras regiones de México, como en los estados de Sonora, Sinaloa, Quintana Roo y Yucatán, donde diversas comunidades están defendiendo sus territorios y promoviendo un desarrollo sustentable que incluye tanto la protección de la naturaleza como el respeto por las tradiciones culturales.
El concepto de bioculturalidad, iniciado en México con estudios académicos en 2008, se ha expandido en el país y ha sido adoptado por múltiples programas gubernamentales y organizaciones civiles. Este modelo reconoce que las culturas indígenas, al ser las principales guardianas de la biodiversidad, deben ser incluidas en la toma de decisiones ambientales y de conservación. La integración de estas comunidades en la gestión ambiental está demostrando ser una vía prometedora para la protección de los ecosistemas y el fortalecimiento de las identidades culturales.