A traves de los años, los argentinos vieron a su país irse mas y mas abajo con un populismo. Ahora les toca enfrentar las consecuencias.
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Este fenomeno alcanza a la mitad de la poblacion, e incluso mas si nos referimos a los menores de 14 años. Hasta con empleos formales existen pobres en la Argentina. Las personas con menos recursos obtienen cierta cobertura a través de la AUH, la AUE, la Tarjeta Alimentar y los apoyos de la Anses. Sin embargo, para la clase media, que es el pilar de la Argentina progresista, no existen planes ni redes de seguridad. El proyecto kirchnerista de desmantelar esta clase, con sus valores de mérito y esfuerzo, ha tenido éxito temporalmente, aunque estos valores resurgirán si Argentina se abre al mundo y prospera.
Pocos señalan la raíz de este error imperdonable para una nación rica en recursos naturales y con una base educativa deteriorada, pero aún presente. Como si fuera una sorpresa, ahora se examinan los aspectos más desoladores de esta realidad, sin un verdadero “mea culpa” por un pasado culpable, a expensas de un futuro que ya está aquí. La visión asistencialista y de pobreza nos ha sumido en la crisis actual, y solo se superará si, además de lograr el equilibrio fiscal, hay un cambio de mentalidad pensando en las futuras generaciones.
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Desde el inicio de la democracia, Argentina ha enfrentado dificultades económicas que no se han resuelto, a pesar de sus recursos naturales. Raúl Alfonsín inició con un Plan Alimentario Nacional para combatir la pobreza, pero su gobierno terminó en hiperinflación. Carlos Menem logró reducir la pobreza, pero volvió a aumentar con Fernando de la Rúa y Néstor Kirchner. La economía se recuperó parcialmente bajo Néstor Kirchner, pero volvió al déficit con Cristina Kirchner, y el Indec dejó de publicar datos de pobreza en 2013.
A lo largo de los años, diversos planes y subsidios han sido utilizados para ganar votos, ignorando la experiencia histórica. Ajustes económicos se han adaptado a las encuestas, resultando en fracasos repetidos. Varios ministros de economía enfrentaron presiones para mantener la estabilidad y reactivar la economía, pero las encuestas prevalecieron y el país sufrió las consecuencias.
La pobreza es tendencia cuando se habla de devaluaciones. La razón no es seguir por el mismo sendero, sino todo lo contrario: dejar de emitir para no devaluar y que así generar siquiera una chispa de confianza. Además, la pobreza devenida por la estructura social no podra ser combatida si no hay inversión.
A pesar de ser razonables, algunos políticos y dirigentes no comprenden la importancia de la estabilidad económica para atraer inversiones sin temor a devaluaciones. Hablan de pobreza basándose en encuestas , sin reconocer la crisis inminente.
Argumentan que la estabilidad fiscal no es suficiente para reducir la pobreza y sugieren la necesidad de acciones estatales adicionales, aunque no haya recursos genuinos. Se necesita una señal clara de firmeza para detener la tendencia de solucionar problemas con medidas temporales. Es crucial enfrentar la crisis económica y la inflación impulsada por la desconfianza.
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Hace cincuenta años, Paul Samuelson, un economista keynesiano y premio Nobel, atribuyó la decadencia de Argentina a un “populismo distributivo” en lugar de priorizar el crecimiento. Argumentó que solo con reformas estructurales se puede eliminar la pobreza, no con más gastos sin financiación.
La solución no está solo en manos del Gobierno, sino en la sociedad en su conjunto: políticos, jueces, empresarios, sindicalistas y otros líderes. Se necesitan señales claras de que Argentina ha recuperado la sensatez y que el equilibrio fiscal será duradero para atraer inversiones y reactivar la economía.
La ley de financiamiento universitario sin auditoría y los apoyos a movilizaciones oportunistas son signos negativos. La defensa de Aerolíneas deficitarias, el poder de la CGT y los amparos de jueces que impiden cambios también son preocupantes.
Después de décadas de inflación, devaluaciones y defaults, es crucial que la clase dirigente comprenda que Argentina no tiene credibilidad y que cualquier concesión que rompa el déficit cero puede revertir todo el esfuerzo realizado. Solo con estabilidad fiscal y confianza se podrá reducir la pobreza de manera duradera.