La Invasión Británica: un viaje de ida y vuelta

En enero de 1964 John Lennon y Ringo Star tenían veintitrés años, Paul McCartney veintiuno y George Harrison veinte. Apenas un año antes habían lanzado Please Please Me, un glorioso primer álbum que, además de cambiar las reglas del juego de la música pop en todos los sentidos, había causado un descomunal impacto en la juventud británica y en la sociedad del país en su conjunto. La Beatlemanía estaba en todo su esplendor y los Fab Four eran los niños mimados del Reino Unido. A los pocos meses sería ya el mundo entero el que se pondría completamente a sus pies.

Los Beatles habían lanzado su primer single, Love Me Do / P.S. I Love You, en octubre de 1962, y sus dos primeros álbumes (Please Please Me, editado en marzo del 63, y With The Beatles, en noviembre de ese mismo año) los habían convertido en las más rutilantes estrellas del universo pop del momento, pero a Estados Unidos apenas empezaba a llegar un primer rumor de la inminente revolución.

Mientras, alojados en uno de los hoteles más lujosos de París, los Beatles remataban las canciones que habrían de conformar la banda sonora de la película A Hard Day´s Night, el equipo de Capitol, el sello estadounidense al que Brian Epstein había convencido para lanzar al cuarteto en aquel país, se frotaba los ojos ante las primeras reacciones a la edición de I Want To Hold Your Hand. Adelantado a finales de diciembre del 63 (estaba previsto para mediados de enero del año siguiente), el lanzamiento del single rompió el inicial escepticismo de la compañía y disipó de un plumazo todas las dudas. A finales de enero, los Beatles son número uno en las listas estadounidenses y Epstein improvisa una pequeña gira para apuntalar un éxito que ya sería inevitable y alcanzaría dimensiones ni siquiera intuidas en el más amable de los sueños.

La gira comienza con una actuación en el Ed Sullivan Show, el programa más popular del momento, que solía reunir cada domingo en torno a la televisión a millones de familias estadounidenses. El 9 de febrero de 1964, cuando las tiendas de discos de Nueva York despachaban unos 10.000 ejemplares de I Wanna Hold Your Hand cada hora, los Beatles se presentaban en el programa de Ed Sullivan y hacían añicos todos los récords de audiencia, atrayendo la atención de 73 millones de telespectadores (unos años antes, Elvis había reclutado a 60 millones de televidentes en el mismo programa) y constituyendo un acontecimiento cultural y social de descomunal magnitud.

En un instante los Beatles tumbaron la puerta del hasta entonces receloso y esquivo mercado americano. 

Hasta entonces, las vías de comunicación entre los dos grandes focos de creatividad musical del mundo habían funcionado con dificultad. La autosuficiente y orgullosa superpotencia ignoraba lo que sucedía al otro lado del Atlántico mientras que a la costa oeste del Reino Unido comenzaban a arribar, con cuentagotas, algunos discos de blues y, sobre todo, a partir de mediados de los años cincuenta, del fenómeno del momento, el rock and roll. 

El sonido de los propios Beatles, como el del resto de los músicos y grupos de su generación, se había conformado en gran medida con la influencia del blues y el rock and roll, pero, de regreso a Estados Unidos, estos sonidos resultaban nuevos e irresistiblemente frescos y enérgicos.

En los primeros años sesenta, en Estados Unidos el rock and roll hacía tiempo que había alcanzado sus cotas más elevadas de popularidad y la mayor parte de sus más notables artífices habían entregado, sobre todo durante la segunda mitad de los cincuenta, su material más trascendente. El 3 de febrero de 1959 (“el día en el que murió la música”, según cantaría doce años después Don McLean en su clásico American Pie), un accidente de aviación acaba con la vida de Richie Valens, J.P. Richardson (Big Bopper) y, sobre todo, Buddy Holly.

En noviembre del 63, Jonh Fitzgerald Kennedy, el presidente carismático y seductor que había logrado contagiar su optimismo a toda la sociedad, había sido asesinado, dejando al país en auténtico estado de shock. A su regreso del servicio militar, un Elvis Presley domesticado actúa junto a Frank Sinatra y cambia los escenarios por los platós cinematográficos, habiéndose evaporado, como por ensalmo, el ímpetu, la fogosidad y el espíritu rebelde y desafiante que habían acompañado a su fulgurante aparición solo unos años antes. La juventud se encontraba nuevamente sedienta de nuevos referentes, de algo que inyectara ilusión y la energía que había expandido la irrupción del rock and roll, y los Beatles, naturalmente, aparecieron en el lugar adecuado en el momento justo. 

El cuarteto había asimilado la esencia de rock and roll y la había reciclado, alimentado y transformado para mandar de vuelta a los Estados Unidos una versión tan vibrante y vitalista como la original, pero más sofisticada, creativa y brillante.

El impacto fue inmediato. I Wanna Hold Your Hand ascendió al número uno de las listas de éxitos el 1 de febrero de 1964. Tres meses más tarde, cinco canciones suyas ocupaban los cinco primeros puestos de aquellas listas. Además, otros grupos británicos empezaban a desatar también auténtica euforia entre la obnubilada juventud americana. Varios de ellos, como Billy J. Kramer y los Dakotas (Bad To Me) y Peter And Gordon (World Without Love) lo hacían con canciones firmadas también por Lennon y McCartney.

Inicialmente habían sido grupos de Liverpool (cuya condición de ciudad portuaria y punto estratégico de recepción de importaciones transatlánticas había favorecido desde mediados de los años cincuenta la expansión del blues y el rock and roll) los que arrasaban en Estados Unidos, pero enseguida la pujante escena del Reino Unido en su conjunto instaló a muchos de sus grupos y artistas en aquel enorme y lucrativo mercado. Así lo hicieron los Rolling Stones y los Kinks, desde luego, pero también los Hollies, Herman´s Hermitts, Searchers, Freddie and The Dreamers, Petula Clark, Dave Clark Five, Swinging Blue Jeans, Gerry and The Pacemakers, Dusty Springfield y muchísimos otros.

Además de consolidar definitivamente la nueva escena pop de las Islas Británicas (y, de paso, convertirla en una de las principales fuentes de ingresos de la economía del país), la Invasión Británica tuvo efectos poderosos en la propia escena estadounidense, enseñando a los grupos a actuar (¡y componer!) por cuenta propia, ampliando horizontes y derribando las estrecheces que hasta entonces habían marcado el modelo de artista pop.

Para empezar, espolearon a buena parte de la escena folk, con el propio Dylan a la cabeza, para instalarse en un nuevo formato, mucho más versátil y creativo, dando impulso al folk-rock y alumbrando grupos y artistas tan extraordinarios como los Byrds, Lovin´ Spoonful, Gary Lewis and The Playboys, Simon and Garfunkel, Paul Revere And The Raiders, The Mamas and The Papas, The Turtles, Beau Brummells y otros muchos. Poco después, el formato de cuarteto (dos guitarras, bajo y batería) encumbrado por los Beatles daría lugar a la explosión del rock de garaje, con cientos de nuevas bandas que combinaban formas rudimentarias con dosis extra de energía y que también alcanzaron el éxito en el caso de los Kingsmen, McCoys, Standells, Count Five, The Remains, Thirteenth Floor Elevators, Chocolate Watch Band, Sonics o ? and The Mysterians, entre otros.

Además, pesos pesados de la época como Dylan o los Beach Boys reaccionaron a la invasión perfeccionando su estilo y refinando su talento, ofreciendo a partir de entonces sus mejores trabajos.

Nada, en cualquier caso, sería ya igual y el mucho más fluido trasvase de influencias de uno al otro lado del Atlántico estableció una dura y benéfica competencia entre grupos y artistas de ambas orillas, propiciando en la segunda mitad de los años sesenta la época más creativa, imaginativa y brillante de la historia de la música pop.

La primera pica en Flandes de la Invasión Británica en Estados Unidos. Ya había arrasado cuando, en noviembre de 1963, fue editada en el Reino Unido y desbancó a She Loves You del primer puesto de las listas, pero cuando Carroll James, un avispado locutor de una radio de Washington, comienza a pincharla, la reacción es abrumadora. A las pocas semanas, los Beatles alcanzaban el número uno en Estados Unidos.

Por: Pablo Carrero