LA REPÚBLICA AMOROSA Y LA BIODIVERSIDAD SAGRADA: DOS CAMINOS PARA LA 4T
Una reflexión sobre el futuro de la Cuarta Transformación: autoritarismo o evolución hacia una república sustentada en el amor, la justicia y la honestidad.
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La Cuarta Transformación (4T) de México se encuentra en una encrucijada crucial, en la que sus siguientes pasos determinarán su legado histórico. El futuro del país podría seguir dos caminos: uno de excesos autoritarios, llevando a México hacia un régimen similar al de Nicaragua o Venezuela, o bien, evolucionar hacia una «república amorosa», como lo propone el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), libre de ideologías y fundamentada en los valores de amor, justicia y honestidad. La clave de esta segunda opción podría radicar en los pueblos originarios, quienes, como señala el pensador Guillermo Bonfil Batalla, representan una «civilización olvidada» por la modernidad capitalista y patriarcal. Son, en muchas formas, los custodios de la sabiduría biocultural que podría dar rumbo a una nueva fase en la historia del país.
En un contexto donde el capitalismo ha llevado a mercantilizar la biodiversidad, denominándola como «capital natural», una nueva perspectiva está emergiendo: la biodiversidad sagrada. Este concepto se refiere a la relación espiritual que los pueblos indígenas mantienen con la naturaleza, y cómo a través de plantas, rituales y símbolos ancestrales, el país guarda un profundo legado cultural que no puede ser reducido a su valor económico. México, que ocupa el segundo lugar a nivel mundial en biodiversidad, tiene un vínculo biocultural con sus recursos naturales que trasciende el simple uso productivo.
Uno de los ejemplos más emblemáticos de esta relación sagrada es el complejo simbólico de maíz, venado y peyote para los wixaritari (huicholes), quienes no solo resguardan estos elementos de la naturaleza como deidades, sino que su conexión con ellos es también una defensa activa de sus territorios ancestrales, como se ve en la peregrinación anual a Wirikuta, San Luis Potosí. El maíz, símbolo de vida, el venado, de fertilidad, y el peyote, como intermediario con lo divino, son símbolos de una cosmovisión que une lo espiritual y lo ecológico.
De igual forma, el árbol de la Ceiba en Yucatán y los rituales con hongos alucinógenos en Oaxaca, no son solo tradiciones culturales, sino manifestaciones de una relación profunda con el entorno natural, el cual es percibido como un espacio sagrado que conecta los tres mundos: el inframundo, la Tierra y el cielo. Estos símbolos, representativos de una cosmovisión que es el eje central de muchas comunidades indígenas, son el contrapeso de un mundo que tiende a reducir la biodiversidad a recursos económicos o productos de consumo.
La propuesta de una «república amorosa» de AMLO se cruza con este legado indígena, que pone en primer plano el respeto por la tierra, la cultura y los valores comunitarios. AMLO ha propuesto una nueva forma de hacer política que no se basa en ideologías ni partidos, sino en un amor profundo por la familia, la humanidad, la patria y la naturaleza, un principio que resuena con los principios de honestidad, justicia y amor que han guiado históricamente a los pueblos originarios. AMLO concibe su proyecto político como un avance hacia una sociedad más equitativa y armónica, que podría, al mismo tiempo, preservar y respetar la diversidad cultural y ecológica de México.
Sin embargo, como señala la reflexión de este análisis, esta «república amorosa» no estará exenta de desafíos. La biodiversidad sagrada de México, junto con la defensa de los pueblos originarios y sus territorios, debe ser una prioridad no solo en términos políticos, sino también en el corazón de cualquier reforma social que busque una nueva era para el país. La evolución de la 4T dependerá de la capacidad para integrar estos principios en un proyecto de nación que valore y respete tanto la cultura indígena como la biodiversidad que ellos protegen.