Las mujeres y el cambio climático/II: Para las madres de Ayotzinapa

El capital y el sistema patriarcal limitan las oportunidades que tenemos para adaptarnos a las condiciones cambiantes e invisibiliza las enormes contribuciones que hacemos las mujeres para enfrentar los efectos de la crisis climática.

Las mujeres y el cambio climático/II: Para las madres de Ayotzinapa
Imagen: Archivo

En el artículo anterior argumenté que la crisis climática no es neutral al género y sus efectos impactan a las mujeres con mayor severidad. El capital y el sistema patriarcal limitan las oportunidades que tenemos para adaptarnos a las condiciones cambiantes e invisibiliza las enormes contribuciones que hacemos las mujeres para enfrentar los efectos de la crisis climática.

Por esta razón, en esta entrega escribo sobre algunas mujeres defensoras de la tierra, del territorio y del medio ambiente, cuya labor, vital y valiosa, se ubica en diferentes líneas de lucha y de propuesta contra el cambio climático.

Tara Houska es una abogada indígena que trabaja en Dakota del Norte, Estados Unidos, luchando contra el oleoducto Dakota Access. Es cofundadora de Not Your Mascots, una organización sin ánimo de lucro comprometida con la educación del público sobre los daños de los estereotipos y la promoción de la representación positiva de los pueblos indígenas en la esfera pública. Desde 2018 vive con un grupo de guardianes del agua en 70 acres de tierra. Es un campamento de resistencia llamado Colectivo Giniw, por la palabra ojibwe para “el águila dorada”.

En 2021 Houska informó sobre los ataques que sufrieron ella y varias defensoras al protestar contra la construcción del oleoducto que afectará el derecho al agua de los pueblos indígenas de la frontera entre Estados Unidos y Canadá. En julio del mismo año fue detenida arbitrariamente en ­Pennington, y tras una campaña internacional fue puesta en libertad un mes más tarde. Tara sigue litigando y organizando a su pueblo contra la imposición del oleoducto, ademas de criar a su pequeña hija.

Farhana Yamin es abogada inglesa y defensora ambiental, experta en cambio climático y políticas de desarrollo reconocida internacionalmente. Lleva 30 años asesorando a liderazgos en las negociaciones sobre el clima, representando a territorios y países en desarrollo, y asistiendo a casi todas las grandes cumbres sobre el clima desde 1991. Es conocida por ser una de las principales artífices del Acuerdo de París y por su participación en la defensa de las Islas Marshall, trabajando en su nombre en las negociaciones internacionales sobre el clima. Farhana ha encontrado en la protesta social una herramienta poderosa para hacerse escuchar. Después de años negociando el acuerdo de París, decidió que no era suficiente el trabajo legal y diplomático, impulsando también el movimiento de huelga climática en Inglaterra y otros países.

Lottie Cunningham Wren es abogada y defensora de los derechos humanos de su pueblo: la nación indígena Miskitu. ­Cunningham participó en el primer proceso judicial que exigió los derechos colectivos de los pueblos indígenas de Nicaragua ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso de Awas Tingni contra el Estado de Nicaragua. Ella, en colaboración con las comunidades Miskitu y organizaciones internacionales consiguieron que se publicara una sentencia que establece que Nicaragua vulneró los derechos de las comunidades indígenas al otorgar una concesión para la explotación de recursos forestales en sus territorios tradicionales sin consentimiento previo.

En México tenemos una larga lista de defensoras del medio ambiente que han construido también alternativas ante el cambio climático. Por motivos de espacio mencionaré sólo algunas. Celsa Valdovinos Ríos es de destacarse. Celsa es una mujer campesina, defensora del medio ambiente y lideresa del movimiento de reforestación en la sierra de Guerrero. Es fundadora de la Organización de Mujeres Ecologistas de la Sierra de ­Petatlán (OMESP), de ese estado.

Su carrera como defensora comenzó con una iniciativa de mujeres para limpiar los arroyos de las comunidades en su región y en la defensa de los bosques contra una empresa maderera canadiense. Valdovinos propone usar el conocimiento de las mujeres sobre la naturaleza, sobre el crecimiento de las hortalizas y el cultivo de autoconsumo para alimentar a las familias de una de las regiones más pobres y desiguales del país.

Te recomendamos: La Ley de Telecom y el encargo de Durazo, precisiones necesarias

Guadalupe Ramírez, Ná Lupita, como respetuosamente la llaman en Unión Hidalgo, su comunidad, es una defensora indígena de derechos humanos del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca. La región enfrenta una invasión de megaproyectos eólicos y desde hace una década comenzó un proceso autodidacta para defender su tierra y su territorio.

Ná Lupita y la comunidad de Unión Hidalgo lograron la cancelación de un parque eólico propiedad de Electricité de France que pretendía instalarse sin consultar adecuadamente a la comunidad. Ná Lupita también ha pugnado por cambios legislativos para que las consultas indígenas incluyan una perspectiva de género que permita a las mujeres participar libremente en las decisiones sobre sus territorios.

En Belice, las hermanas Choc (Florentina, Miriam y Cristina) son ingenieras solares mayas que han ampliado el acceso a la energía solar de las comunidades más rurales y remotas en su país, luchando contra la pobreza energética en la región de Toledo. Las hermanas Choc asistieron al Barefoot College de la India para construir y reparar pequeños sistemas solares domésticos, su estrategia incluye una metodología participativa que fortalece los lazos comunitarios para enfrentar el fenómeno del cambio climático y aprovechar los beneficios de la energía solar.

Mucho se ha escrito sobre la gravedad de la situación climática. En las últimas semanas la sequía en Europa pone de relieve la urgencia de medidas efectivas para prevenir un desastre mayor. Los jefes de Estado y los dueños de las empresas mundiales más contaminantes, en su mayoría hombres blancos, siguen simulando esfuerzos superficiales y sin efectos.

Las mujeres seguimos en los bordes de la discusión oficial; sin embargo, las colegas mencionadas en este espacio son muestra de lo que es una realidad más amplia, pero menos visible: cuando se trata de acciones puntuales para contrarrestar los efectos del cambio climático, somos las mujeres las que estamos marcando la pauta política de organización, creatividad y propuesta.

El cambio climático nos afecta más a nosotras, señalan los datos agregados y la ­desigualdad en la que vivimos y trabajamos, pero la experiencia dice que está en nosotras la construcción de las mejores respuestas.