El robachicos no es un mito

Tras un viaje de boy scouts, el niño Miguel Ángel Arizmendi desapareció en el Parque España de Ciudad de México. Horas después, sus padres recibieron una llamada en la que una voz desconocida exigía 3 millones para liberarlo.

La cineasta Liora Spilk Bialostozky parte de este hecho sucedido a finales de 1982 para abordar los primeros secuestros infantiles por dinero que se volvieron noticia en México. Su brillante inmersión la hace de la mano de un mexicanismo de inicios del siglo XX: ¿El robachicos existe o es parte de la imaginación popular?, pregunta la directora del documental sobre el caso que forma parte de la serie Archivo Negro.

Desolada, la familia Arizmendi acudió a la televisión para pedir clemencia a los secuestradores de su hijo, destapando que su situación no era única. Otros niños y niñas ya habían sido raptados con el mismo modus operandi. Llamada, petición de dinero, cita en Sanborns, dinero entregado, promesa de liberación y silencio. Silencio estremecedor.

Al relatar la ola de casos, Spilk revisa materiales televisivos de la época para pulsar la nula crítica al Estado por su incapacidad para proteger a las infancias. Las propias familias son responsables por no cuidar a sus hijos, es el señalamiento que parece dominar.

La crisis a cargo de la Policía Judicial es evidenciada por unos cuantos reporteros incisivos, como el mismísimo Jaime Maussan, quien aparece en archivo, junto con otras voces de poderoso contexto como la de la cantante Tatiana o la de la fascinante detective María Elena Solís, quien ha localizado cerca de 5 mil niños.

El niño Arizmendi apareció sin vida. Aquella ola de casos fue atribuida a un ex jefe policiaco, Aureliano Rivera Yarahuán, señalado junto con su esposa y cuatro despistados adolescentes. Yarahuán murió en un supuesto enfrentamiento cuando estaba por ser detenido. Caso cerrado.

La realidad es que la banda pionera del secuestro infantil era parte de un nutrido entramado policial que quedó impune. Al final de su película, Spilk plantea posibles respuestas a la pregunta inicial sobre el mito del robachicos. Exhibe también, para nuestra vergüenza, que la siniestra ola ochentera es nimia frente al normalizado terror criminal que padecen los niños y niñas de hoy. El robachicos, de hecho, anda por aquí: es un Estado mexicano que no cuida a sus infancias.