México se posiciona de nuevo al frente del feminismo internacional

Fue en verano de 1975, cuando la Guerra Fría mantenía un equilibrio precario, el mundo se descolonizaba, las sociedades asimilaban los movimientos estudiantiles de los años anteriores y el primer microprocesador comercial anunciaba una revolución tecnológica. Delegaciones de 133 países recorrían la Ciudad de México para asistir a la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer de las Naciones Unidas, que se llevó a cabo en nuestra Secretaría de Relaciones Exteriores, situada entonces en Tlatelolco. Entre el 19 de junio y el 2 de julio, la Plaza de las Tres Culturas, que años antes sirvió de escenario para la firma del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, atestiguó debates acalorados sobre el papel fundamental de la mujer en la sociedad y las diversas e interseccionales discriminaciones de las que son objeto por motivos de raza, etnia, marginalidad económica, inequidades geopolíticas y modelos de desarrollo. La Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer irrumpió en los escenarios nacional e internacional logrando no solo expresiones de sororidad y acuerdos en la definición del plan de acción con recomendaciones para el progreso de las mujeres, sino también críticas fuertes respecto al machismo en el mundo y en México, a la relación entre grupos feministas con el oficialismo y evidenciando las tensiones entre el feminismo de los países industrializados y de aquellos en vía de desarrollo.

Paradójicamente, estas controversias y contradicciones tuvieron efectos extraordinarios a nivel nacional e internacional: el Congreso mexicano reformó el artículo 4º constitucional para reconocer la igualdad jurídica de mujeres y hombres; el movimiento feminista nacional experimentó un impulso sin precedentes; y por primera vez, el feminismo del primer mundo escuchó al feminismo del tercero. La Primera Conferencia Mundial no solo culminó con la adopción de una Declaración y un Plan de Acción Mundial ambiciosos, sino que también visibilizó, como nunca antes, las desigualdades y los derechos de las mujeres, clarificó las dinámicas y prioridades de los movimientos feministas y fomentó la creación de una infraestructura para que las mujeres pudieran plantear exigencias a sus gobiernos. Para la académica Jocelyn Olcott, la Conferencia es el evento que más conciencia sobre la equidad de género ha generado en la historia. Durante esas dos semanas de 1975, México se convirtió en el epicentro de los movimientos feministas. En nuestro país y en su Cancillería se sembraron semillas del feminismo internacional.

Casi medio siglo después, como continuación a esta vocación y a la búsqueda de justicia, igualdad y libertad que caracteriza a la historia y al pueblo de México, nuestro país alcanzó un nuevo punto de inflexión al convertirse en el primero del Sur Global en adoptar una Política Exterior Feminista (PEF) en 2020, únicamente después de Suecia (2014), Canadá (2017) y Francia (2019). Ahora bien, ¿qué significa una Política Exterior Feminista? A grandes rasgos, otorgar un papel central a la perspectiva de género y a los derechos de mujeres, jóvenes y niñas en nuestra acción internacional, incorporando una mirada incluyente y feminista en la vinculación de nuestro país con el exterior, así como incrementar la participación de mujeres en los espacios de toma de decisión de política exterior. La PEF de México no es una acción limitada ni terminada, es una política en desarrollo: es un compromiso explícito, una bandera, una trinchera, una herramienta y un objetivo irrenunciable para construir la equidad de género que se necesita tanto en nuestro país como en el mundo. México decidió asumir una PEF porque defender la igualdad de género es promover la justicia para la mitad de la población mundial y por ello, nuestra PEF es también una estrategia de desarrollo social y económico, de construcción de paz, de recomposición del tejido social y de promoción de derechos humanos.

Cuatro años y algunos meses después de haber asumido este paso, México volverá a marcar un hito en el terreno internacional, al albergar la III Conferencia Ministerial sobre Políticas Exteriores Feministas entre el 1 y el 3 de julio de 2024. La III Conferencia, que se organiza con Inmujeres y ONU Mujeres, es una convocatoria para reunir y coordinar a los y las más altas representantes de las cancillerías de más de 40 países que han adoptado una PEF, que han incluido la perspectiva de género en sus políticas exteriores o que tienen interés en asumir esta posición. También participarán organizaciones civiles especializadas, la academia y agencias internacionales. La III Conferencia fungirá como un espacio de encuentro para identificar buenas prácticas en las políticas exteriores feministas, al reconocerlas como una herramienta imprescindible para lograr la igualdad sustantiva y avanzar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Con ella, buscaremos también incidir en la Cumbre del Futuro, que se celebrará en la sede de las Naciones Unidas en septiembre de este año. La III Conferencia será la primera en su tipo en llevarse a cabo fuera de Europa, la primera en centrarse en la acción gubernamental al más alto nivel y la primera en proponerse como medio de institucionalización en el ámbito multilateral: como hace casi medio siglo, México se posiciona de nuevo a la vanguardia del feminismo internacional.

La III Conferencia se centrará, específicamente, en las políticas exteriores feministas y en las políticas exteriores con visión y perspectiva de género. En línea con los temas que se negocian en el ámbito de las Naciones Unidas en relación con el Pacto del Futuro, en México hablaremos de desarrollo y financiamiento; de paz y seguridad; de innovación y tecnologías, de juventudes y de una nueva gobernanza global desde un lente feminista para un mejor mañana. Incluir a mujeres en la diplomacia es esencial para lograr una toma de decisiones justa y equitativa. Estudios académicos, de las Naciones Unidas y de think tanks como el Consejo de Relaciones Exteriores, coinciden en que integrar a las mujeres en papeles diplomáticos y de liderazgo fomenta un entorno global pacífico y próspero, donde la representatividad y la igualdad de género se reconocen como pilares fundamentales de desarrollo y estabilidad.[1] En pocas palabras, al incorporar un enfoque de género, las políticas exteriores se vuelven más precisas y efectivas. Es importante enfatizarlo: no habrá desarrollo en nuestro país, en nuestra región y en el mundo, si no incorporamos a la igualdad de género en el centro de nuestras estrategias y políticas públicas. Es momento de cambiar la conversación y asumir una dirección clara, de abandonar la cultura de los privilegios y transitar a una cultura de igualdad, porque la discriminación por motivos de género y todas sus implicaciones vulneran a la humanidad como proyecto y como especie. La igualdad nos beneficia a todos y todas.

Este verano, la III Conferencia presentará controversias similares a las que enfrentó la Primera Conferencia; contradicciones y críticas que entrañan el potencial de generar acciones, cambios y efectos de magnitudes similares a los que se detonaron en 1975. En este primer cuarto de siglo, en el que experimentamos avances tecnológicos sin precedentes, el regreso de posiciones que evocan a la Guerra Fría y la proliferación de conflictos armados, las acciones contundentes para contribuir a la estabilidad y funcionalidad del sistema internacional son aún más urgentes. Garantizar el bienestar e igualdad de las mujeres, jóvenes y niñas es aún más urgente y ante ello, México refrenda su liderazgo frente a las políticas exteriores feministas.