Perredistas se pelean los desechos

Perredistas se pelean los desechos

El PRD no se dio cuenta del momento de su debacle. Construido después de la elección de 1988 como alternativa de izquierda para aglutinar todas las expresiones de esa posición, desde las moderadas inspiradas en las socialdemocracias europeas hasta la defendida por los sobrevivientes de las guerrillas urbanas y rurales, el partido acabó en un amasijo de corrientes bautizadas como “tribus”.

Irrumpiendo en el Congreso, el PRD llegó a convertirse en un contrapeso distinto al del PAN, pese a los interminables pleitos intestinos, aunque pronto los priistas salinistas y zedillistas hicieron las paces con el blanquiazul y operaron juntos para marginar a los perredistas. Baste recordar cómo Manlio Fabio Beltrones y Diego Fernández de Cevallos se alternaban el liderazgo senatorial, haciendo de lado a Jesús Ortega.

Cuando Andrés Manuel López Obrador se convierte en la nueva opción presidencial del PRD, después de los tres fracasos de Cuauhtémoc Cárdenas, comienza a acumular un poder que después de doce años de campaña ininterrumpida hace posible que funde un movimiento distinto y se lleve todo tipo de expresiones y de tribus, dejando al partido amarillo en calidad de auténtico cascarón, más vacío que sus oficinas de la calle Monterrey. El triunfo del tabasqueño en 2018 acabó de ponerlo en modo lote baldío.

Hoy en día tratados como vagabundos sin techo, aliados por instinto de supervivencia con antiguos enemigos que los ningunean, estos verdaderos músicos del otrora Titanic se pelean las migajas que van dejando a su paso priistas y panistas, moronas que aparecen como salvavidas en el camino de ese puñadito de parásitos del erario.

Silvano Aureoles, Luis Espinosa Cházaro y Miguel Ángel Mancera alegan que el PRD está camino al acantilado y por eso ellos deben ser designados para entrar de forma directa al Congreso, asumiéndose como los salvadores del partido, ellos o la extinción, a lo que el presidente del cascarón, Jesús Zambrano, respondió que el ex jefe de Gobierno “ni perredista es”, mientras que el segundo “ni siquiera pasa lista” en las reuniones internas.

Puestos de lado por sus aliados, hoy más bien sus amos, los amarillos se pelean a dentelladas los desechos que salen expulsados del banquete en puerta.