Con la actual toma de protesta por la recién llegada presidenta Claudia Sheinbaum, creo se nos puede permitir dar una vista al pasado mandatario mexicano.
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Con pocos logros económicos y una gestión marcada por el aumento de la violencia, ha finalizado el mandato presidencial de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en México, un país donde el narcotráfico ha infiltrado las estructuras del Estado. El presidente saliente también ha sido responsable de un retroceso en los avances democráticos logrados desde finales del siglo pasado, que pusieron fin al dominio del PRI.
López Obrador se enorgullece de no haber viajado ni conocido el mundo, pero ha mostrado afinidad con líderes autoritarios como Nicolás Maduro, los Castro y los Ortega. Ha ganado notoriedad internacional con acciones como exigir al rey de España, Felipe VI, que se disculpe por los crímenes de la conquista hace 500 años. Recientemente, AMLO no invitó al jefe del estado español a la toma de posesión de su sucesora, lo que provocó la condena de los principales partidos políticos españoles, el PSOE y el PP.
Es común buscar culpables externos para los fracasos gubernamentales y eludir responsabilidades propias. En México, en otro tiempo, el problema se atribuía a Estados Unidos; “tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, se decía. Desde los acuerdos del Nafta, que integraron las economías de los tres países de Norteamérica, ya no pueden culpar a los estadounidenses como antes. Incluso López Obrador ha sido complaciente con ellos, especialmente con Trump, a pesar de su desprecio y acusaciones.
México no es un pueblo indígena, como afirmó un expresidente argentino. El 90% de los mexicanos tiene sangre europea e indígena. López Obrador es descendiente de migraciones recientes de dos o tres generaciones desde España.
La monarquía española otorgó pensiones a los descendientes de Moctezuma, último soberano del imperio mexicano, que el gobierno independiente continuó pagando hasta que el presidente Abelardo Rodríguez las abolió en 1933. Las hijas de Moctezuma se casaron con los capitanes de Cortés, y familias nobles españolas llevan sangre de jefes indígenas. Por ejemplo, el duque de Ahumada, Francisco Javier Girón, fundador de la Guardia Civil Española, era descendiente de Isabel de Moctezuma.
Antes de la independencia, México era próspero, superando a otros dominios de la corona, incluida España. En 1810, la ciudad de México, con 160 mil habitantes, duplicaba la población de Nueva York y sus ingresos. Su ubicación fue esencial en la primera “globalización”.
Desde México, en tiempos de Carlos III, se fundaron ciudades como San Francisco, Los Ángeles, Sacramento y San Diego en California, y otras en Texas, Arizona, Nuevo México y Colorado.
Pensar que los problemas de México se originan en hechos de hace cuatro o cinco siglos es anacrónico. El presidente saliente, de ascendencia española, no ha concluido su mandato con éxito. Deja un preocupante retroceso en el desarrollo institucional del país, con un evidente deterioro de la democracia y la seguridad para los mexicanos.